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Población de los Giguayos |
Muchos años antes de la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Haití o Quisqueya la península de Samaná estuvo ocupada por el clan ciguayo de los samaníes, que dieron el nombre a la región.
Los ciguayos físicamente se distinguían de los taínos pues eran más altos, se embadurnaban el cuerpo con tinte negro y se dejaban crecer el pelo, que adornaban con plumas, a todo el largo. Según Las Casas, hasta la cintura y más abajo y por esta característica era que llevaban el nombre “ciguayos” (1). También en la expresión del semblante los ciguayos eran más adustos que los taínos. Sus arcos eran más grandes y sus flechas llevaban veneno en la punta. Hablaban otra lengua que no era la común de casi toda la isla.
A finales del siglo XV los ciguayos ocupaban el Macorís de arriba, sierras de la hoy Cordillera Septentrional que entonces eran llamadas Ciguay, su gobernante era Mayobanex y eran “jente serrana, que trahía los cavellos crecidos hasta la cinta, i se tenían por valientes”(2). En realidad eran los porteros o guardianes de la isla, pues se enfrentaban a los caribes que hacían expediciones de pillaje donde el principal botín eran los propios habitantes, a los que se llevaban esclavizados, las mujeres para procrear y los hombres para ser sacrificados y servir de alimento.
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Mujer indígena de la etnia de losa Ciguayos |
Los ciguayos, que en principio era un clan matriarcal, desarrollaron la habilidad de caminar de espaldas para aún alejándose no quitar la vista de la costa, por donde llegaban los invasores. También sus mujeres eran grandes guerreras que luchaban de tú a tú con los hombres, muy temidas pues además eran sacerdotisas y magas que trabajaban con el elemento agua. Con la llegada de los españoles y el desplome de su organización social, las ciguayas cambiaron de sitio sus lugares sagrados y, para despistar, cuando allí se dirigían seguían caminando con la espalda hacia el frente, lo que produce que las huellas señalan una dirección contraria al movimiento de la persona.
Como les pasó a muchos taínos, que al desencarnar se quedaron en las mismas cuevas donde se habían ocultado de los españoles, negándose a volver a tomar cuerpo físico por temor a repetir los sufrimientos que padecieron y dando origen a la afirmación, tantas veces oída, de que hay cuevas que son barridas en la noche, las sacerdotisas ciguayas, apegadas al elemento agua, al desencarnar quedaron atrapadas en los túneles y ríos subterráneos de las sierras donde aún muchas se encuentran.
Es de señalar que es común en la isla de Santo Domingo, la existencia de caudales de agua o acuíferos bajo las montañas, que salen a la superficie como manantiales y aún ríos, como sucede en la Sierras de Ocoa, de Neiba y el Bahoruco.
Esta es la génesis del mito dominicano de las ciguapas, que son las antiguas mujeres ciguayas, que andan desnudas, con el pelo tan largo que le sirve de vestidura, “con los pies volteados”, y que habitan en el fondo de las lagunas y ríos. Hay que decir que actualmente las ciguayas son hupias (espíritus desencarnados), que en condiciones excepcionales pueden ser vistas en experiencias interdimensionales. Estos visajes o accesos momentáneos a la segunda dimensión donde se encuentran, acaecidos en las áreas rurales y montañosas de República Dominicana son el sostén del mito al que los diferentes participantes y la tradición le han añadido otros detalles.
Un dato interesante es que en la religión sincrética dominicana o Culto a las 21 Divisiones la división india es asociada al elemento agua, división cuyas “divinidades” posiblemente sean mayoritaria-mente estas hupias ciguayas.
Era costumbre entre los ciguayos samaníes, que el nombre de todas las mujeres terminaba en el sufijo “ni”, que también en la lengua de los taínos, quiere decir agua. Así, por ejemplo, Samani, Anani. En mi infancia en el Ingenio Quisqueya, provincia de San Pedro de Macorís, oía mencionar una colonia cañera de nombre Malulania. Este nombre, ya contaminado por las formas del español con una “a” final, es el recuerdo de una prestante maga y guerrera ciguaya: Malulani, una reina de las verdaderas ciguapas.
Relación con otras lenguas
Al parecer los guanajatabeyes del extremo occidental de Cuba hablaban una lengua que podría no ser de origen arawak, ya que los intérpretes arahuacos de Colón la encontraron totalmente incomprensible. Como parece ser que los guanajatabeyes se remontarían a poblaciones procedentes de América Central, es posible que existiera un parentesco lejano entre la lengua de los ciguayos y la lengua no documentada de los guanajatabeyes.