La última década del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX, debieron haber sido devastadoras para Julia Molina Chevalier, dado que en su natal San Cristóbal, le tocó hilar muchos retazos multicolores de tela ya roída por el uso. Éste trabajo de hilandera fue la fórmula más idónea a su alcance para ayudar a José Trujillo Valdés a sustentar los 11 vástagos procreados por ambos durante un período matrimonial marcado por la pobreza.
Un lustro antes de que su hijo Rafael Leónidas asumiera la primera magistratura de la nación, su situación económica mejoro ligeramente, debido a la ayuda que éste le proporcionaba tras su vertiginoso ascenso en la milicia. A mediados de 1930 su vida de mujer provinciana pobre, cambio abruptamente. Guareció su pasado económico incierto en un escondrijo de su memoria que a ella poco le interesó revolver posteriormente. Trujillo y sus acólitos se encargaron de hacerla "Excelsa Matrona" y "Mama Julia". Un decreto presidencial del año 1935, numerado 210, la convirtió en "Primera Dama de la República. Y otro de 1937, marcado con el número 1319, en "Primera Madre Dominicana".
Meses después de sendas disposiciones oficiales, parques, barrios, hospitales, calles y escuelas fueron bautizados con su nombre e incontables bustos suyos fueron colocados en espacios públicos importantes del país. El último domingo de mayo de cada año, la amplia mansión donde residía era insuficiente para almacenar las flores y los obsequios con que la distinguían los servidores de Trujillo, en toda la geografía nacional. Tanto la veneraba y la complacía Trujillo, que en 1959 ordenó el traslado del aeropuerto general Andrews a Punta Caucedo, para que el ruido de los aviones que despegaban o aterrizaban cerca de su residencia, no quebrantaran su tranquilidad.
Julia Molina no realizó ninguna hazaña política, social, humanitaria, cultural o literaria en pro de los dominicanos, que la hiciera merecedora de tantos mimos. Su rol más destacado durante el mandato de Rafael Leónidas fue el arbitraje. Incontables son las ocasiones en que sirvió de mediadora entre el dictador y sus hermanos Virgilio, José Arismendi ( Petán), Aníbal Julio y Romeo Amable, para que los conflictos familiares no terminaran en desgracias personales.
El 23 de noviembre de 1961, con 98 años ya cumplidos, sus hijos Romeo Amable y Pedro Vetilio y sus sobrinos políticos Luis y Francisco Trujillo Reynoso, la sacaron de República Dominicana y la custodiaron hasta Miami, adonde arribó, según su propio testimonio, con el espíritu demolido por la pérdida irreparable de Rafael Leónidas. Falleció dos años y medio después, el 30 de abril de 1964, a los 100 años de edad, en esa misma ciudad estadounidense. Sus restos están sepultados en el cementerio Flagler Memorial Park en un área destinada a personas de escasos recursos económicos. Comparte la tumba con su hija Nieves Luisa Trujillo Molina, fallecida 13 años después en 1977.