El hombre primitivo, atribuía la enfermedad a una caída en desgracia ante los dioses, que castigaban con ella al hombre. Para recuperar el favor divino era preciso purificarse, y ése es el origen del primer medicamento: la purga.
“A quienes aflige el mal de garganta désele sal disuelta. En las heridas visibles, vino agriado. Para apretones o retortijones del vientre es buena la orina. La corteza de sauce en polvo baja la fiebre. No olvidéis que en todos los males del cuerpo es bueno proceder con suavidad porque remedian las palabras los males a los que no llega la ciencia”.
El documento médico más antiguo es el Papiro Ebers, de 1900 a. de C. Se sabe que los egipcios trataban enfermedades corrientes como el estreñimiento con un laxante de vainas molidas de sen, arbusto parecido a la casia, y aceite de ricino.
La indigestión se combatía con hierbabuena; la anestesia principal era el alcohol etílico, aplicado a quien sufría dolor de muelas agudo antes de sacarle el diente. Por lo general, el médico no preparaba los medicamentos sino que los encargaba al farmacéutico.
Los primeros libros de Medicina proceden de Egipto, donde se hicieron las primeras observaciones anatómicas como consecuencia de la práctica de la momificación.
Hubo ya entonces medicación para cálculos renales, osteoporosis, arterioesclerosis, envenenamiento. En
Egipto y Mesopotamia la Medicina llegó a su apogeo mil años antes que en Grecia.
Historia de los medicamentos en la Antigua Grecia
Si lugar a dudas los padres de los medicamentos fueron los antiguos Griegos. Dedicaron todo su tiempo y saber en conseguir tratamientos y sistemas para poder combatir y aliviar los problemas de salud. Por ello se merecen un reconocimiento especial.
En la era preclásica, Homero elogia a Elena, porque había conocido por medio de una egipcia la virtud calmante de algunas plantas. Pero no fue hasta el siglo V, cuando empezó a abordarse la enfermedad desde la razón.
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Los antiguos griegos evolucionaron los remedios y medicamentos
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Herodoto se reía de los babilonios, por confiar éstos a la opinión pública la curación de los enfermos, exponiéndolos en la puerta de la ciudad para que todo el que pasara diera una opinión desde su experiencia.
Era obligación cívica recetarle las sustancias que pudieran curarlo. Tras la observación del paciente, el médico, tanto en Egipto como en Grecia, prescribía los remedios de acuerdo con la farmacoterapia.
En torno a doscientos sesenta, es el número de los productos que aparecen en el Corpus Hipocraticum, y de ellos doscientas treinta son del mundo vegetal. Mirra, eléboro y comino son los más utilizados en distintas combinaciones.
Las sustancias vegetales se usan como medicamento curativo y sustancia inerte para disolver la medicina: vino, miel y aceite de oliva. Los medicamentos vegetales especificaban qué parte de la planta se había utilizado: raíz, hojas, tallo, flor; era importante la dosis.
Hipócrates aconsejó aplicar los medicamentos tópicamente. Su lista era variada:
- Medicamentos astringentes y cáusticos: barro, sal blanca; preparados de arsénico, de cobre y hierro; calcio, sodio y potasio.
- Purgantes o laxantes violentos: ricino; eléboro de raíz fétida y amarga; coloquíntida, cucurbitácea muy eficaz. Y como laxantes suaves: zumo acre del euforbio; grano de Gnido; col y el melón.
- Vomitivos potentes: el hisopo y el eléboro blanco.
- Diuréticos: ajo, puerro, cebolla, calabaza, hinojo y perejil.
- Antidiarreicos: las diarreas se cortaban con corteza de granado y semilla de roble. Y para sudar o como narcótico se empleó el opio, la mandrágora, la belladona, la cicuta.
- Infecciones de ojos: se empleaba un ungüento ocular elaborado de ébano de Maccasar.
Como curiosidad, se recomendaba que ningún amante debía probar cualquiera de estos productos en vísperas del amor.
Hipócrates no olvidó citar los afrodisíacos, despreciando el uso del talismán. Nada quedó fuera del interés griego. Los consejos médicos griegos se extienden a todos los órdenes, haciendo incluso mención a los males de amor. Sirvan algunas muestras:
“Si se le ha retirado a una lactante la leche de su pecho, que la mujer a quien tal cosa acontezca beba simiente y raíces de hinojo, y mantequilla, cocido todo junto. O que cueza salvia y añada bayas de cedro y cuele el agua de la cocción y bébala añadiendo vino. Debe abstenerse de alimentos ácidos y salados. Es bueno el berro bebido con vino, pues hace liberar la leche”.
Como abortivo aconsejaban una medida líquida de jugo de pepino silvestre esparcido en pan de cebada.
En la Antigua Grecia también hubo pruebas de embarazo: hervir una cabeza de ajo y aplicarla a la matriz. Si huele la boca, buena señal, pues de lo contrario hay que volver a aplicar el remedio. También vale aplicar aceite de almendra amarga y examinar cómo huele la boca.
También recetas anticonceptivas para evitar el embarazo: diluir en agua cobre chipriota y darlo a beber. Durante un año no habrá concepción.
Y afirma Hipócrates: “Cuando los pechos están vueltos hacia arriba, nacerá varón; si hacia abajo, hembra…”.
La mayoría de los medicamentos eran purgantes; los problemas de piel se afrontaban con baños sulfurosos y administración de aceite de hígado de delfín. Comer poco era un consejo saludable muy frecuente entre los griegos.
Entre los judíos, enfermedades como la lepra estaban reservadas al criterio de los sacerdotes: el Levítico recomienda contra la sarna rapar al paciente y lavarlo a él y a sus pertenencias.
En parcelas relacionadas con la procreación y la pasión amorosa, la medicina y la magia se cruzaban: para fortalecer el deseo bastaba colocar bajo la cama una ramita de abrótano macho, planta que también combatía la esterilidad.
Se fomentó el uso del satyrion; la pimienta molida mezclada con semilla de ortiga; el vino añejo; col silvestre; miel, pero el más recurrido afrodisíaco era ingerir cebolla con almejas o cangrejos; los caracoles eran remedio conocido en los medios rurales.
La lista de plantas medicinales era grande: beleño, belladona, mandrágora, genciana, cebolla albarrana, azafrán, anís, euforbio, helecho macho, pimienta, centaurea mayor.
De los medicamentos de origen animal los más usados fueron grasas, lombriz de tierra, sueros y leche, la cantárida, serpientes, cuerno de ciervo.
Entre los medicamentos de origen mineral: la creta o carbonato de cal terroso, con que se enjugaba el sudor y se preparaban linimentos; el litargirio, óxido de plomo fundido en pequeñas escamas era utilizado para emplastos; el sulfato de cobre, la malaquita y la azurita eran usados en colirios; el arsénico para la piel y como depilatorio; el azufre en las fumigaciones.
En cuanto a su administración, lo normal era hacerlo en suspensión en agua, miel, aceite o vino, tanto para uso superficial o tópico como para ser ingeridos. Fueron populares como excipiente el hidromiel, ya que los griegos no conocieron el
azúcar.
También se administraban los medicamentos en tisana o cocimiento de cebada.
Se utilizó la píldora o boloi, los llamados catapotia; los electuarios; las pastillas; ungüentos; pomadas; ceratos o mezcla de aceites o agua de rosas y cera; lavativas y supositorios o balanoi.
Para alivio de granos y abscesos: aceites y ungüentos. Los tumores se ablandaban con ceratos, con los que también se limpiaba la herida. Estos ceratos se confeccionaban con grasa de pato, resina de lentisco o trementina, y cera. Todo se fundía en aceite de rosas a fuego lento.
Los antiguos estuvieron obsesionados con el intestino: desde época temprana se buscó remedio a las situaciones de “atasco permanente”, como califica el problema un historiador griego.
En la Grecia antigua los médicos mezclaron laxantes existentes con miel y corteza de limón para facilitar su ingestión. Para el dolor de cabeza: corteza de sauce macerada, que soltaba un polvo en cristales de sal formados por el ácido, base de la
aspirina moderna, que tenía contraindicaciones: irritaba
el estómago y a la larga era causa de otra enfermedad muy extendida en el mundo antiguo: aliviar las hemorroides.
Evolución de los medicamentos
Los medicamentos modernos, aparecieron a finales del siglo XV y principios del XVI, en que empezó a abrirse paso el concepto de medicina química. En 1546, se publicó en Alemania la primera obra de medicina moderna, donde ya se ofrecía un extenso listado de drogas y productos medicinales así como instrucciones para su preparado y uso.
Pero el desconocimiento de hechos esenciales en el desarrollo de la enfermedad y en la forma eficaz de contrarrestarlas, como son las bacterias y los virus causantes de un sinfín de patologías, hizo que los conocimientos de la farmacopea no sirvieran de mucho.
Hasta el siglo XVIII, se vendía en las boticas “momia egipcia” en polvo: uno de los recursos de la farmacopea occidental que los médicos recetaban para curar problemas internos.
Nadie sabía por qué curaba una medicina determinada. Sólo se conocía su efecto, no su causa. Tampoco se conocía bien el cuerpo humano.
Los medicamentos no empezaron a ser específicos y eficaces hasta que la química llegó a su madurez en el siglo XIX. Luego, una serie de acontecimientos casuales y descubrimientos, fruto de la experimentación y el análisis, llevaron a las medicinas al lugar que hoy ocupan.
Pero, no obstante, los indudables éxitos y conquistas del medicamento químico todavía hoy la
Organización Mundial de la Salud clasifica como plantas medicinales más de veinte mil, al tiempo que resurge de manera poderosa la medicina natural.